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jueves, 11 de septiembre de 2014

NOS CONVERTIMOS EN AQUELLO QUE CREEMOS SER

 
 

La ignorancia es la base de las falsas interpretaciones y los errores conceptuales.
Hay un punto que debemos entender y al que hemos de adherir con firmeza siempre. Si una creencia no se sostiene de manera inalterable, de día y de noche, no se la podrá utilizar para alcanzar la victoria.

 

Cuando una persona afirma que es baja y deleznable, y que sus conocimientos se están reduciendo, llegará a volverse baja y deleznable y sus conocimientos se reducirán. Nos convertimos en aquello que creemos ser. Nosotros somos los hijos de Dios Todopoderoso, dotados de poder, gloria y sabiduría supremos. Somos hijos de la inmortalidad. Cuando nos mantenemos en estos pensamientos ¿cómo podríamos alguna vez ser míseros e ignorantes? La real naturaleza del hombre es suprema, debemos estar siempre conscientes de esta verdad.

Nos convertimos en lo que son nuestros pensamientos. Los pensamientos respecto a la validez del mundo objetivo y el valor de los placeres que pueden obtenerse de él, pese a emanar desde el desconocimiento, nos configuran desde dentro. La razón por la cual estamos encerrados en este molde reside en la ausencia de cuatro requisitos: 1) la atención puesta en el logro o progreso espiritual; 2) una fe sin vacilaciones; 3) la devoción y 4) la gracia de Dios. Con uno de ellos que falte el hombre no podrá alcanzar la experiencia de la suprema beatitud del Absoluto.

Los interrogantes de ¿cómo emergió el Cosmos, de dónde se originó? se pueden asimilar a los de la historia de la cuerda que en la penumbra parecía ser una serpiente. ¿Cómo apareció la "serpiente" en la "cuerda" y causó terror? Allí sólo existía la cuerda; la serpiente se le superpuso debido a la penumbra del atardecer, a causa del intelecto defectuoso del observador, vale decir, debido a la ilusión creada por el razonamiento. En otras palabras, la ignorancia es la base de las falsas interpretaciones y los errores conceptuales.

 

En la penumbra del atardecer, la falsedad se superpone a la Verdad. La serpiente se visualiza en la cuerda tirada en el camino. El engaño de la ilusión afecta a la conciencia y tuerce el intelecto, de modo que los hombres olvidan su naturaleza, que es Bienaventuranza o dicha extática y se imponen a sí mismos las limitaciones de la individualidad. Acogen la creencia de que la felicidad es algo externo a ellos y se encuentra en el mundo físico, y se enredan en la rueda de nacimiento y muerte, en el móvil, cambiante e inquieto mundo.

De hecho, no hemos sido creados, no estamos limitados, ni reducidos, ni atados.

"No soy feliz, no tengo alegría, quiero esto, debo ganar aquello"; ansias de esta clase constituyen al individuo. Esta actitud es lo medular de la ignorancia. De modo que si buscan destruir la ignorancia que separa e idiotiza, debe cambiarse esta actitud y cultivarse la convicción de "Yo soy la encarnación de la felicidad, Yo soy el Uno". La persona que mantiene la primera de estas actitudes es el ser de conocimiento individualizado y la que mantiene la segunda posee la sabiduría universal.

En verdad, nosotros somos la ignorancia en tanto sintamos que nos encontramos esclavizados. De hecho, no hemos sido creados, no estamos limitados, ni reducidos, ni atados. La arraigada creencia de que "hay un Cosmos que me contiene a mí junto con otros similares buscadores de felicidad; en esa búsqueda encuentro alegría y pesar, y me enfrento al nacer y al morir" constituye la ignorancia fundamental. Nuestra indagación no debería dirigirse hacia lo obvio y lo superficial. Una investigación así nos conducirá únicamente a creer en algo que no es lo real. Nos hará olvidar que es nuestra mente la que ha generado este programa de proporciones cósmicas y nos lo presenta como verdad. Resulta realmente extraño que este inmenso Cosmos dependa, en último término, de que "yo" lo reconozca o no como tal. "¡Si sientes que está allí, estará allí. Si sientes que no está, no estará allí!" Esto significa que debemos ahondar profundamente en este proceso de la mente del hombre. ¿Existe alguna ocasión en la que nuestra afirmación resulte en la existencia de una cosa, y nuestra negación, en su desaparición?

El sentir o el pensar son capaces de crear la serpiente y también de destruirla. La afirmación crea, la negación destruye.

Una indagación por este camino revelaría, sin duda, la verdad. Cuando se ve la cuerda en la oscuridad, ya sea por equivocación o por ignorancia, surge la serpiente y aparece en su lugar, desplazando la verdad de la cuerda. Y, por alguna razón, cuando se sabe la verdad y el observador siente "no es una serpiente, no es más que una cuerda", la serpiente desaparece, porque no era más que una falsedad. Vemos, entonces, que el sentir o el pensar son capaces de crear la serpiente y también de destruirla. La afirmación crea, la negación destruye. Ambos son procesos mentales que pueden clasificarse como pensamientos.

Aunque existen diversos niveles y grados, todos estos no son más que pensamientos. ¿De dónde emergen? ¿son libres para surgir de manera espontánea? La respuesta para estos interrogantes es: "Nuestro intelecto sigue la huella de nuestras actividades". Los pensamientos surgen en concordancia con el apego que uno desarrolla y los resultados que uno anticipa respecto a sus acciones.


 

La educación sin sabiduría, la mera sabiduría carente de discernimiento, la acción sin discreción, la erudición desprovista de perspicacia, el poder no justificado por méritos, las declaraciones no basadas en la verdad, la adoración sin el sustento de la devoción, una persona carente de sentido común y de carácter, un estudiante no dotado de humildad y un discurso que no llega a inspirar, todo ello no sirve a ningún propósito útil.

De todas las formas del saber, el conocimiento de uno mismo es el soberano. Sin lograrlo, uno no puede gozar de paz alguna. Aunque uno pueda llegar a tener renombre y lograr reconocimiento en el mundo, no llegará a experimentar la felicidad sin el conocimiento de sí mismo. El conocimiento del Atma, el conocimiento de Dios y el conocimiento espiritual son todas expresiones que

connotan aquella sabiduría que promueve la plena conciencia de la realidad. El conocimiento de uno mismo representa aquel aspecto que, al ser adquirido, hace que se sepa todo lo demás.

El saber profundo sobre el mundo circundante no nos puede dar una paz perdurable y absoluta; sólo el conocimiento de uno mismo puede ayudarnos a cruzar el mar del sufrimiento, de modo que todos deberían empeñarse en lograr este "Conócete a ti mismo".

El sol de la sabiduría alborea dentro de un corazón puro. Y el nacimiento de esta sabiduría eleva al hombre al estado de Dios.

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba


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