Todos deben tratar cualquier cosa que les suceda como un regalo de Dios. El placer y el dolor deben ser tratados por igual como regalos divinos. Hay una alegría única en este proceso. En la vida cotidiana tendemos a tratar la derrota, la pérdida o el dolor como calamidades. Pero nada ocurre en el mundo sin una causa. El hambre es la causa que nos lleva a comer. La sed es la causa que nos lleva a beber. Las dificultades son la causa del dolor. Si desean disfrutar de una felicidad duradera, deben descubrir la fuente de esa felicidad. Esa fuente es el amor (prema). No hay nada más grande que el amor en este mundo. Todo tiene un precio. El precio a pagar por la felicidad duradera es el Amor Divino. La principal riqueza para el hombre es el Amor. Todo el mundo debe tratar de adquirir esta riqueza. Con esta riqueza cualquier persona puede disfrutar de la bienaventuranza perdurable. - Divine Discourse, 1 Jan 1998. |
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